"Así como la lluvia y la nieve bajan del cielo, y no vuelven allá,
sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, y producen la
semilla para sembrar y el pan para comer,
así también la palabra que sale de mis labios no vuelve a mí sin
producir efecto, sino que hace lo que yo quiero y cumple la orden que le doy". Isaías 55: 10-11
¡LA PALABRA DE DIOS TIENE PODER!
La Palabra de Dios es Cristo mismo, es con ella, que nos defendemos de toda potestad satánica, así como Jesús cuando estuvo en el desierto, le rechazaba todo argumento a Satanás, respondiéndole siempre con la palabra de Dios, así mismo nosotros debemos responderle con la palabra de Dios ante las acusaciones o cualquier engaño del enemigo.
¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?
¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica.
¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros Romanos 8:31-34.
Por eso debemos memorizar la Palabra de Dios, pero también entenderla y llevarla en convicción en nuestro corazón, y estar preparados para cualquier incursión del enemigo.
La Palabra también es instrumento para enseñar y exhortar, ya que ella es la que nos enriquece en toda sabiduría, como nos aconseja el apóstol Pablo en Colosenses:
"Que habite en vosotros la palabra de Cristo con toda su riqueza: Instruíos y aconsejaos unos a otros con toda sabiduría; cantad salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón" (V.3:16).
Cuando el Espíritu de Dios a través de Pablo en Efesios 4:23 y en Romanos 12:2 nos exhorta a renovar nuestro entendimiento, lo hace porque Él sabe el poder que hay en su Palabra, y esta renovación se hace a través de ella, cambiando nuestra forma de pensar.
La Palabra de Dios, la Sangre de Jesucristo, el Santo Espíritu de Dios y el Nombre de Jesucristo son las armas poderosas en Dios. Como hijos y santos de Dios usemos esas armas para alcanzar la victoria sobre las potestades, que por nuestra actitud negligente y de poca fe, permitimos que el enemigo nos oprima.
Dios les llene de abundantes bendiciones.
¡LA PALABRA DE DIOS TIENE PODER!
La Palabra de Dios es Cristo mismo, es con ella, que nos defendemos de toda potestad satánica, así como Jesús cuando estuvo en el desierto, le rechazaba todo argumento a Satanás, respondiéndole siempre con la palabra de Dios, así mismo nosotros debemos responderle con la palabra de Dios ante las acusaciones o cualquier engaño del enemigo.
¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?
¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica.
¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros Romanos 8:31-34.
Por eso debemos memorizar la Palabra de Dios, pero también entenderla y llevarla en convicción en nuestro corazón, y estar preparados para cualquier incursión del enemigo.
La Palabra también es instrumento para enseñar y exhortar, ya que ella es la que nos enriquece en toda sabiduría, como nos aconseja el apóstol Pablo en Colosenses:
"Que habite en vosotros la palabra de Cristo con toda su riqueza: Instruíos y aconsejaos unos a otros con toda sabiduría; cantad salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón" (V.3:16).
Cuando el Espíritu de Dios a través de Pablo en Efesios 4:23 y en Romanos 12:2 nos exhorta a renovar nuestro entendimiento, lo hace porque Él sabe el poder que hay en su Palabra, y esta renovación se hace a través de ella, cambiando nuestra forma de pensar.
La Palabra de Dios, la Sangre de Jesucristo, el Santo Espíritu de Dios y el Nombre de Jesucristo son las armas poderosas en Dios. Como hijos y santos de Dios usemos esas armas para alcanzar la victoria sobre las potestades, que por nuestra actitud negligente y de poca fe, permitimos que el enemigo nos oprima.
Dios les llene de abundantes bendiciones.