No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio. Juan 7:24
"No te harás ninguna escultura, ni imagen alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en el agua debajo de la tierra.
No te postrarás ante ellas, ni les darás culto, porque Yo Soy el Eterno tu Dios, fuerte, celoso, que castigo la maldad de los padres sobre los hijos, hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen. Pero trato con amor, por mil generaciones, a los que me aman y guardan mis Mandamientos". Deuteronomio 5:8-10 (el subrayado es mio).
Éstas reflexiones bíblicas nos dejan muy claro el panorama del porque no debemos juzgar, ni murmurar de nadie, y la verdad, hay momentos que nos sorprende el actuar de algunas personas, de tal forma que a veces no entendemos, pero, si miramos la Palabra podemos entender muchas cosas, y evitar otras tantas; miremos Efesios 6:12:
"Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales".
Mi consejo es que oremos; entreguemos a nuestro Señor Jesucristo aquellas personas que presentan dificultad con nuestro diario vivir, porque Él es el único que puede hacer cambios en nuestras vidas.
Nuestro Señor nos dice en Mateo 7:1-2: "No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida que medís, seréis medidos".
También en Santiago 4:11 nos exhorta: " Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?
Dios les guarde siempre.
Muchas veces vamos juzgando, no teniendo en cuenta que hay detras de esa persona, sus ancestros, su crianza, su traumas ocasionados por violaciones y mal trato, el abandono de sus padres o cualquier situación que dejó huellas en su corazón, ocasionando amarguras y tantas cosas más que que no alcanzaría a enumerar; Veamos que nos dice nuestro Señor acerca de los diez (10) mandamientos de Dios:
No te postrarás ante ellas, ni les darás culto, porque Yo Soy el Eterno tu Dios, fuerte, celoso, que castigo la maldad de los padres sobre los hijos, hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen. Pero trato con amor, por mil generaciones, a los que me aman y guardan mis Mandamientos". Deuteronomio 5:8-10 (el subrayado es mio).
Cuando hemos creido con el corazón y hay confesión de que Cristo es el hijo de Dios quien murió y resucitó por cada uno de nosotros, y determinamos cambiar nuestro mal camino, esas maldiciones de nuestros antepasados quedan detenidas, se cortan en nuestra vida, porque iniciamos una nueva vida en Cristo:
"Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. Las cosas viejas pasaron, todo es nuevo". 2 Corintios 5:17Éstas reflexiones bíblicas nos dejan muy claro el panorama del porque no debemos juzgar, ni murmurar de nadie, y la verdad, hay momentos que nos sorprende el actuar de algunas personas, de tal forma que a veces no entendemos, pero, si miramos la Palabra podemos entender muchas cosas, y evitar otras tantas; miremos Efesios 6:12:
"Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales".
Mi consejo es que oremos; entreguemos a nuestro Señor Jesucristo aquellas personas que presentan dificultad con nuestro diario vivir, porque Él es el único que puede hacer cambios en nuestras vidas.
Nuestro Señor nos dice en Mateo 7:1-2: "No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida que medís, seréis medidos".
También en Santiago 4:11 nos exhorta: " Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?
Dios les guarde siempre.