viernes, 16 de octubre de 2015

Creyendo con el corazón

Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación. Romanos 4:19-25


Creer es confiar plenamente, y saber de verdad en quien hemos creído y porque hemos creído. Si creemos en Dios pero tenemos dificultad para que sus promesas hagan rema en nuestro corazón, es porque aún no somos sensibles a la voz del Espíritu, en nuestro corazón hay duda, temor, e incredulidad, y contra esto, esta la fe; así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. Romanos 10:17
Este oír, y el oír por la Palabra de Dios, es mediante el corazón dispuesto para que el Espíritu Santo obre en nosotros destruyendo toda dureza, duda y toda incredulidad; trayendo a nuestro corazón certeza y convicción de lo que esperamos de Dios en sus promesas. Al orar en el Espíritu mediante su Palabra y sus promesas, en el Nombre de Jesús recibiremos respuesta a nuestras peticiones. 
Es necesario meditar, aprender y memorizar la Palabra de Dios, bajo la dirección del Espíritu Santo; nuestro corazón debe estar lleno de la Palabra de Cristo (Colosenses 3:16), para que el Espíritu Santo tome de nuestro corazón esa Palabra para nuestra sanidad, liberación, y restauración de nuestra vida.
Es en las Sagradas Escrituras donde aprendemos a conocerle , y a entender su voluntad y si oramos en el conocimiento y voluntad de Dios tenemos lo que pedimos.

Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11:

Toda incredulidad detiene la mano poderosa de Dios; precisamente en Nazaret, Jesús no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos ( Mateo 13:58).

Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.
Hebreos 3:12-13


Bendiciones