Este es el mensaje que Jesucristo nos enseñó y que les anunciamos a ustedes: que Dios es luz y que en él no hay ninguna oscuridad. Pero si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces hay unión entre nosotros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado".
Cuando nuestro espíritu se prepara para entrar en la presencia de Dios, debemos tener claridad del momento, y de comprender que estamos en la presencia nada más y nada menos que del Eterno Dios y Creador del universo y de nuestras vidas, a quien nos dirigimos bajo la dirección de su Santo Espíritu, poniendo como intercesor a nuestro Señor Jesucristo. Esto debe ser claro en nosotros, porque toda fuerza humana para entrar en su presencia, no agrada a Dios; también muchas veces creemos que interceder por nuestras necesidades y de otros; y hacer guerra espiritual es comunión con Dios, no, la verdadera comunión es esa verdadera adoración en espíritu y verdad (Juan4:23), es ese nuevo cántico que pronuncian nuestros labios en alabanza, es esa verdadera entrega y rendición de nuestras vidas; es morir cada día, presentando nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, en una verdadera adoración espiritual, reconociendo sus misericordias (Romanos 12:1), produciendo en nuestro ser deleite y gozo en el espíritu, llevándonos a mantener buenas relaciones con el prójimo, y a mantener la unidad con nuestros hermanos en Cristo.
"Cercano está el Señor a todos los que le invocan, a todos los que le invocan de veras. Cumplirá el deseo de los que le temen; Oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará" Salmo 145:18-19.
Un abrazo lleno de bendición.